Los paramentos verticales en la arquitectura romana

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Desde que los egipcios cubrieron los muros de sus templos con imágenes o relieves históricos, los arquitectos no tuvieron oportunidad de pensar en los muros o paramentos verticales como simples elementos delimitadores de espacios.

En la arquitectura griega, los muros se ocultaban a menudo detrás de columnas y, aun cuando fueron los griegos quienes inventaron la pilastra en forma de columnas in antis, y a veces llegaron a articular los muros con rebajes poco profundos, nunca consideraron el muro como más que un simple muro. Sin embargo, en la época del Coliseo, los arquitectos romanos ya experimentaban con articulaciones complejas del paramento vertical. Por primera vez, el muro se convierte en arquitectura.

La técnica de enmarcar arcos con medias columnas adosadas que sostienen un entablamento, denominada sistema de ornamentación fórnix (del latín fornix, sala abovedada o en arco), data de alrededor de 150 a.C. El sistema fórnix empezó a emplearse como tal en el Tabularium republicano (hacia 78 a.C.), y después se convirtió en paradigma con el teatro augustiniano de Marcelo.

Sistema de ornamentación fórnix aplicado al Tabularium
Sistema de ornamentación fórnix aplicado al Tabularium

Durante la mayor parte del siglo I, éste fue el principal modelo para arcos y columnas adosadas. El anfiteatro de Nîmes, de finales del siglo I, recapitula sobre el tema, al igual que lo hacen numerosos arcos de triunfo, como el de Tito (81). Pero proyectar con edículos y nichos, como se hizo en ese marco, todavía no formaba parte del vocabulario arquitectónico.

Mucho más interesante es el arco de Trajano en Timgad (100), un proyecto realmente innovador, donde el arco central está flanqueado por otros dos más pequeños, coronados por edículos y flanqueados por sus propias columnas.

Los dos lados están organizados mediante enormes columnas que llegan hasta la parte alta de los edículos y que, con la ayuda de impostas, se elevan a una altura en que los arcos salvan los edículos. Entonces, los dos elementos laterales quedan unificados por un entablamento reducido a un pequeño saliente. La solución tal vez sea algo torpe, pero, sin duda, es dinámica.

Nos han llegado muy pocos paramentos verticales originales de palacios romanos, la mayoría de ellos despojados de sus columnas y mármoles durante la Edad Media para colocarlos en otros edificios. Por ello, no es extraño que a veces se cometa la simplificación de identificar la arquitectura romana con la fachada de templo con columnas, cuando, en realidad, ya a principios del siglo, los arquitectos se estaban volviendo cada vez más audaces en sus composiciones.

Para comprender mejor este aspecto, vamos a mencionar una vez más las tumbas excavadas en la roca en Petra, al sur de Jordania. Por ejemplo, la llamada Tumba del Palacio, que ha sido fechada de forma dispar en el siglo I o a principios del siglo II, muestra un diseño estratificado, con un orden inferior de cuatro puertas enmarcadas por edículos, rematados a su vez en curva o con frontón, y con inusuales capiteles de motivos abstractos.

El conjunto está unificado por un entablamento sobre el que se apoya una fila de medias columnas (las últimas son, en realidad, pilastras) y, sobre todo ello, un entablamento de estilo acordeón, con el orden de pilastras prolongándose hasta la cúspide. La tumba de Sesto Florentino es particularmente refinada.

Parece la fachada de una iglesia barroca, con un orden inferior de medias columnas y pilastras, un frontón curvo que abraza las dos columnas centrales y un orden ático sumergido que se corona por un frontón triangular. La interpenetración de horizontales y verticales muestra una capacidad para trabajar en abscisas y ordenadas simultáneamente. Esta complejidad no se volvería a dar hasta el renacimiento italiano.

Esos experimentos adquirieron especial vitalidad en el siglo ii, cuando empezaron a aparecer fachadas ricamente elaboradas que, hasta entonces, sólo podían verse en proscenios de teatros y decoraciones similares, como, por ejemplo, la fachada de la biblioteca de Celso en Éfeso (110). La biblioteca se alza en el extremo oeste de un patio de mármol, y se accede a ella por una amplia escalinata de nueve peldaños.

Las tres entradas, con grandes ventanas encima de ellas, están flanqueadas por cuatro hornacinas con estatuas que personifican las virtudes de Celso, senador de Roma y procónsul de Asia. Delante de la fachada hay cuatro pares de columnas de dos plantas de altura, con capiteles corintios las del piso inferior, pero con remates jónicos. En una exhibición de destreza de diseño, el arquitecto cambia el emparejamiento de las columnas de una planta a otra. En el de arriba, las columnas se unen por medio de un frontón y dos arcos curvos que salvan los intercolumnios y dejan las columnas de los extremos casi libres.

Esas exhibiciones de columnas eran algo más que meros excesos arquitectónicos, y respondían al deseo helenístico de inmediatez que impregnaba incluso a la religión. Según esta interpretación, las columnas pretenderían enfatizar las cualidades y la generosidad del mecenas.

En el ninfeo de Nîmes, las columnas forman un exoesqueleto contra el que presiona la masa de los paramentos verticales de detrás. Éstos se amoldan al exoesqueleto, con la hornacina habitual entre las columnas. Sin embargo, donde la multiplicación de unidades, agrupaciones y formaciones diversas alcanza el paroxismo es en el escenario para el teatro del Sur en Gerasa (Jordania).

Aunque la primera planta ha sido reconstruida, muestra una hilera de columnas emparejadas sobre dados y formando una pantalla delante de las puertas, rematadas con sendos frontones; entre las parejas de columnas se alzan edículos levantados sobre los mismos dados de las columnas.

El patio del templo de Júpiter en Baalbek (Líbano) es un esquema análogo y bien concebido. En este caso, dos columnas corintias in antis dialogan con dos pilastras, para crear la ilusión de una pantalla unitaria.

Los edículos, rematados en curva los de abajo y con frontones los de arriba, aparecen estrujados entre las pilastras, ocultando prácticamente toda la superficie de la pared. El tema se repite en el gran nicho de detrás de las columnas. Todo el conjunto está unificado por medio de un único entablamento continuo.

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